Memorias confusas de planos astrales
Esta semana ha sido brutal: poco saludable, de culpas deprimentes y recuerdos enfermizos... just plain blue. No quiero empezar a decir que todo, incluso yo (y por sobre todo yo), es una mierda... aun así ya viene implícito. Porque ya estoy harto, bien harto de todo: de mucha gente, de pocos lugares (porque aqui hay poco), de actitudes. No lo vale, ya que podria suceder que me harte de mí mismo y mis escritos (que de por sí hartan). En vez de revolcarme en mi propia amargadez y mi insatisfación; en vez de quejarme de la pequeña y penosa circunstancia triste que es mi vida voy a escribir, lo que me salga, lo que sea... aunque se me acaben los adjetivos.
Siempre me gusta cómo los edificios altos cortan de tajo las calles con sus esquinas filosas y sucias que delinean banquetas llenas de gente y gestos y risas y pasos. Si hay viento es mejor, que sea fresco y violento, sería la perfeccion que no me dejara caminar con facilidad, atreviendose a depositar granitos de tierra en mis ojos, de manera que pudiera echarle la culpa al viento travieso que me hizo llorar. Sería excelente que trajera muchos olores distantes; quizas a buñuelos con miel por la noche, a fuego escandalosamente quieto o pollos asados o globos despues de misa. Si trajera melodías lejanas sería emocionante: casi marchitas, juguetonas; no importaría que corrieran y se escondieran detrás de mis oídos o entre mis dedos. Las buscaría cerca de las bancas o arriba en el farol de la plaza, mientras oigo sus carcajadas joviales invadiendo atmósferas ajenas, confundiendo mi cuerpo extásico. La fuente agitando sus oscuras aguas en ondas perennes que renacen sin fin, cubriendo deseos en oro y plata de nenes avaros y amantes secretos. Mi ideal tendría edificos coloniales brillando en naranja, de finisima piel pedregosa y adornos estrafalarios, dibujando sonrisas antiquísimas, presumiendo reflejos históricos. Llevan tatuados nombres famosos y caras heroícas, luchas y mentiras que gimen por ser descubiertas. Fabuloso que hubiera una plaza con vendimias, hombres soplando burbujas, juguetes y niños corriendo, comprando raspados, quizas de ciruela; perros curioso que observan ajenos y alertas. Siempre me gusta ver al sol humillado e incompetente ante una bellísima luciérnaga que camina fugaz y despreocupadamente junto a edificios altos que cortan de tajo las calles con sus esquinas filosas y sucias.
No puedo más.. ¿Por qué nunca puedo escribir mucho? ¿Es malo escribir tan poco...?
Odiarme no me cuesta nada...
Carta enviada a Encaso por mí mismo:
Normalmente estoy tranquilo, aquí no pasa nada yo tengo lo que se puede decir todo: comida, vestido, techo, ciertas comodidades, salud (ya muy golpeada) y tantito amor, entonces, no habría razón para quejarme “la vida es color de rosa”. De repente tengo escalofríos y me empiezo a enojar. Deambulo en mi mente y en mi vida y la esterilidad de que soy preso me susurra al oído que no soy nada y no tengo nada y es entonces cuando siento que tengo derecho a quejarme. Porque no es justo, porque no me lo merezco, porque de verdad quisiera ser mas, porque soy el molusco, porque estoy cansado de ser el puto wey que no tiene nada que ofrecer, que no tiene nada que escribir ni nada que pintar ni nada que fotografiar ni nada que representar; que no es ágil ni fuerte ni flexible ni constante; porque no sé tocar ningún instrumento, ni tengo grandes proyectos ni sorprendentes capacidades intelectuales, ni soy rico ni atractivo ni nada. De veras que me encabrono y me emputo y si existe Dios lo maldigo mil y un veces porque yo no me merecía tan poco soplo divino ni tanto descuido y si me comparo con una ostra me hace mierda porque por lo menos puede hacer bellísimas perlas y yo cuando mucho me tiro pedos y entonces no hay comparación. Me enojo entonces con el molusco hijo de puta porque se pasó por los huevos la evolución y me dejó atrás y con un talento mayor al mío me hizo morder el polvo.
Y no es que no haya tratado, porque de eso no me pueden culpar. He tomado clases de escritura, dibujo, fotografía y actuación, guitarra flauta y piano, fútbol, natación, béisbol, karate y tae kwon do y nomás pa’nada sirvo y entonces no soy el tipo artístico, ni el intelectual, ni el deportista ni el rico ni el atractivo ni de ningún tipo, soy solo el tipo: una tabla, un bloque gris y aburrido y sin nada, de veras… nada. Me tiene podrido envidiar a los demás porque ellos sí pueden y yo no y ellos sí sirven y yo no por mas que trate, por mas que lo intente por mas que me esfuerce, por mas que me force no me sale… no se puede. Soy peor que un molusco, más débil y más tonto, menos inteligente y menos talentoso, para todo. Y por más que trato de sobresalir no se puede. Ojalá todo fuera como eso, pero ni si quiera autoestima tengo y ahorita me siento mal y no se a quién decírselo, ni cómo, así que perdón por esto de que salieron siendo chivos expiatorios, pero es que no tengo pa’donde jalar y me siento el harapo mas vil y no paro de autoflagelarme y autoexiliarme a lo mas profundo y de veras a veces no me quiero y ya otra ve respiro hondo y me vienen los escalofríos y sé que sigo enojado conmigo y también se que se me pasará, hasta que me odie la próxima vez.
Perdón y saludos a todos
Milán Huitzilihuitl (antes Sergio el bailador)
