Fruta Madura
dimanche, janvier 30, 2005
 
Tengo, tengo tengo...

Creo que tiene bonita voz, aunque tampoco podría asegurarlo. Me dijeron que estaba bien y no sé qué. No está tan bien.. o sea, es un tío normal con todo normal, pero me dio como envidiecita. Una poquita nomás, chiquita e insignificante. Y no por el tipo ni mucho menos, eso conmigo no va. Acá lo que pasa es que el Momo tiene y yo también quiero, sólo porque sí, parce qu'il a quelqu'un, et moi, je n'ai pas. Por el puro gusto de presumir como él presume y a lo mejor jugar al coqueteo e ignorarlo como él lo ignora y todo. Nomás, por mi esencia capitalista de domingo en la mañana. Oui, ça je veux, quelqu'un qui se tombe amoureux de moi. Ça c'est suffisant.
 
jeudi, janvier 27, 2005
 
Fruit of the loom

Ya analizando todo en retrospectiva, estoy casi seguro de que ese fue el peor de los regalos que me dieron alguna vez. Hay varios factores que influyeron para que tomara esa decisión, toda una circunstancia propiciatoria que vuelve superiormente jodido a este regalo sobre todos los otros malos regalos que he recibido.
Uno de esos factores ciertamente es el hecho de que no tenía ni la más remota idea. Cuando uno va a recibir un regalo no espera nada específico, cualquier objeto puede salir de la caja brillante que te plantan enfrente: una peluca rosa, un gallo con boina, terriers de papel maché. En este caso no cabía esperar una sorpresa, porque Martín me lo había prometido, estaba casi escrito con sangre. Recuerdo el momento especifico en que discutíamos sobre si Shiru o Yoga eran mejores y que Shon era joto (conclusión incontrovertible de niños de cuarto de primaria). Entonces, después de la acalorada discusión, Martín me dijo que él tenía tres caballero del Zodiaco y yo le dije que aun no tenía ninguno. Me miró algo extrañado y minimizando la situación se inclinó hacia mí y solemnemente me dijo "cuando cumplas años te voy a regalar uno". Lo recuerdo bien, Martín, nunca se me va a olvidar.
A mí jamás me han gustado mis cumpleaños. No me gustan porque me siento más viejo y más solo. No me gustan porque tengo la sospecha de que nadie va a venir a mi fiesta. No me gustan porque siempre me he sentido mas bien eclipsado. Esta vez no fue la excepción, de manera que con fiesta y todo, el día se iba a la mierda, vencido en mi propio terreno. Ese era mi día y mi momento, pero no podía hacer mucho, no podía rechazarlo si así lo hubiera querido. Esa impotencia fue un segundo factor de regalo mierda.
Lo tercero y más jodido de todo fue la frase, esa frase que no voy a olvidar jamás. Como si fuera una especie de pícaro o chico pillín o esa necesidad de los padres de verse "cool" o sentirse "cool" o joder "cool". Martín se pasó de largo, supongo que no se animaba a verme porque sabía lo que pasaría, pero el cabrón iba comer mi comida en mi fiesta, en mi día, en mi momento que yo no quería. Su papá me entregó la bolsita. La recuerdo tan nítidamente que me asusta pensar que haya quedado marcado de por vida por tan estúpida razón. La ropa interior no es una causa justificatoria, eso lo sé. Y la bolsita de nuevo que me viene a la mente, con cada detalle, cada estrellita desparramada por el papel blanco, los globos de colores que flotaban cuidadosamente, y todo brillaba mucho aunque ya me parecía volumétricamente sospechoso. El papá de Martín no tomaba la bolsa por las asas, mas bien la apretaba por arriba cuando me la dio. Sonreía un poco, se agachó y en secreto, como su sucio hijo lo había hecho antes, me dijo "no se los enseñes a las muchachas". Eso no se hace, no se acaba con la ilusión de un niño así sin más.
Me cambiaron un caballero del zodiaco por unos calzones y esperaban que estuviera feliz, que disfrutara, que comiera hamburguesa como todos, como el estúpido de Martín que estaba ahí sentado y luego le dijo a mi mamá que le diera unas fichas para ir a las maquinitas y yo quería arrancarle el maldito pelo wero ese que tenía y que no comiera de mi comida y que se fuera de mi cumpleaños con sus estúpidos calzones Fruit of the Loom de mierda. Estúpido, estúpido Martín.
Como te detesto y ahora que pasas por la casa te ves mas looser que yo y me da gusto y risa y me acuerdo de esos calzones y recuerdo que se les jodió el elástico a la tercera puesta y disfrutaste humillándome, pero ya no puedes hacerlo más porque ahora tu eres el perdedor y todo cambia. ¿Ves que linda es la vida, Martín?
 
dimanche, janvier 23, 2005
 
So true...

 
 
Yo tambien tengo cosas lindas

Una especie de encanto.

 
mardi, janvier 18, 2005
 
Nunca mido bien la dirección del viento

Hay varias cosas que quiero que sepas, Fausto. Un montón son realmente las mismas muchas veces, es una especie de confirmación de magnitudes y tienen el único fin de que todo te quede completamente entendido. Pero bueno, para no aburrirte y como se que eres un hombre ocupado, a continuación te presento un resumen.

1- Me interesa que sepas que me jodiste. Por enésima vez has tenido el placer de chingarme un poquito la vida. Yo tenía pensado que este año fuera como lo máximo, un chingo nuevo que ver. Era mi escape ¿sabes?, era como asomarme por una ventana chiquita y ver todo eso que siempre he anhelado desde lejos, sacar la mano y comprobar que el clima es precioso afuera, una bocanada inmensa antes de sumergirme para siempre.
Me lo destrozaste todo, me doblegaste, me aniquilaste, acabaste con toda la ambición que alguna vez tuve.

2.- Quiero que sepas que no me quedo por tu dinero, sería demasiado mezquino de mi parte basar mi vida en tu dinero. Me quedo porque sé que van a venir consecuencias, tú no eres de los que se queda así nomás. En seguida empezaste con tus amenzas, con tus extorciones, todos esos trucos que tu te sabes tan bien y no dudas en usar. Me quedo porque sé que no nomás vas a traerla contra mí, si ya nos amenazaste ¿que te queda? ¿No te da vergüenza, no te das asco tu mismo? Mira que se ocupan webos para aplicarnos toda tu mierda mental. No, si yo sé que no te da nada, es la única manera que conoces para controlar todo lo que se te va de las manos, no sabes de otras medidas que tu sucia coersión. Eres una persona tan sucia, eres tan sucio...

3.- Estaría bien bueno que comprendieras que nunca en tu vida, ni que busques con lupa, ni tus peores enemigos te van a tener tanto resentimiento y rencor como el que yo te tendré. Jamás, bajo ninguna circunstancia, hallarás a alguien que te tenga tanta lástima y desprecio como el que yo te tendré a partir de ahora.

4.- Me gustaría que te quedara claro que no te iba a pedir nada más de lo que ya me das, no te iba a requerir un esfuerzo extra de tu parte, sobre todo porque estoy al tanto del poco interes que tienes en mi alegría, ni siquiera tenemos que llegar a ese punto. Por que yo sabía, estaba seguro, lo presentía y era una premonición tan mierda, tan como tú. Era imposible que yo saliera de ésta bien librado, simplemente imposible que todo saliera como quería. Al final soy yo el que queda incompleto, siempre soy yo el que pierde a lo último.

Espero que estés un poco más feliz, que se te quite ese dolor que te causé, esas lágrimas falsas. ¿Ves? ya todo está bien como dijiste ayer, como siempre... ya puedes andar contento por la vida. Por lo menos espero que tú estés alegre, Fausto, porque yo no, yo estoy más patéticamente triste que nunca. Ya me dejé de loqueras y segui con el rumbo normal de mi vida, todo bien: Miguel bien, todo bien, yo bien... ya me puedes seguir echando flores...
 
jeudi, janvier 13, 2005
 
Frases pa'recordar

Una mina que taba atrás mio, me dijo que si la levantaba para tomarles una foto y la levanté... pudo sacarle la foto :P Al rato, la mina esa se subió arriba de otra chica.. y cuando la chica la bajó, la mina gritó "AY BOLUDAA ME CLAVASTE EL CODO EN LA CONCHAAAAAAAAA"" jajajjja se hiso un silencio de ultratumba.. y los ke taban al rededor se empezaron a reir mal mal xDDD

Qué cosa linda!!! ^^
 
mercredi, janvier 12, 2005
 
Razorblade hugs pour moi

Ya va siendo hora de que yo también tenga algún valor, ¿no?
 
lundi, janvier 10, 2005
 
Aquéllo estaba invadido de bebés...

Mis parientes viven en el onceavo piso del edificio Tuscany Tower sobre la avenida Winston Churchill en una zona conocida como Punta Paitilla, perteneciente a la Ciudad de Panamá. El área es una de las más exclusivas como se puede constatar por los altos edificios de arquitectura "Miami Vice" con vista al mar o las calles repletas de Mercedes-Benz y Jaguars.
El movimiento en la ciudad es mas bien furtivo, pareciera que no hay muchas personas o andan muy rápido por todos lados, agazapados entre los matorrales, mirando entre cada hoja para asegurarse y después salir corriendo hacia el próximo arbusto y así. Situaciones generalmente entretenidas como ir al centro comercial, no lo resultaban tanto porque la gente es otra cosa, no en un sentido metafísico, sino que hay una incompatibilidad manifiesta. Caminar no surte el mismo efecto relajante de siempre y me resultaba abrumador notar que todo áquello estaba lleno de pijos: un montón de judíos con su camisitas (Hard Rock Cafe Jerusalem) y sus gorritas y su estupidez (y uno se sorprende lo iguales que son todos); los chinos y japoneses totalmente estoicos y el ocasional negro que podía darse el lujo de caminar por la zona. A falta pues, de opciones, decidí avocar mis dos semanas de estancia a la lectura y ese canal francés con paupérrima programación... y quizás observar. En un principio me pareció casi didáctico abrir los grandes ventanales que apuntan al sur y mirar. No hacía falta mirar algo concreto, pronto desapareció mi objeción y me deleitaba por horas con el mar pestilente y negro radiante de exhuberancia, de mierda. El sol lo iluminaba todo, la playa no cubría nada y mi invierno transgredido; con semejante carga emocional me sentaba a ver a las personas que caminaban fugitivas en dirección al mar (oeste) o al Multicentro (este).
De noche se apreciaba dolorosamente diferente porque no hay gente ni luz. El viento se confabula con todo lo demás para obligarnos a hacer algo estúpido como leer a Cortázar con ganas de sentirse intelectual y misterioso mientras un mechón de pelo negro le cubre la mitad de la cara, cruzando las piernas sugestivamente homosexual, sugestivamente a nadie, al vidrio y su ventana, a la pared angosta y baja. Por lo menos eso es lo que pensaba de la ventana con sus noches y la luna invadiendo el rellanito con su balcón de aparador o de jaula de zoológico, una falta absoluta de potencial... y como siempre, como toda mi vida que consistentemente es un error, estaba equivocado.
Encontrámdome pues, en el decimoprimer piso, me era fácil ubicar los apartamentos que coincidían con el mio en edificios contiguos (Toledo, Vizcaya, Majestic...) e incluso podía darme el lujo de observar lo que pasaba algunos pisos arriba y algunos pisos abajo en una cascada vouyerista inevitable. Fue cuando empecé a infiltrarme. Algún día me encontraba rabiando y decidí sentarme en el amistoso balconcito a oscuras, con la respiración entrecortada, como siempre que pierdo los estribos. Decidí sentarme ahí por el potencial relajante del lugar y por la bellísima-monótona vista que ofrece. Quizás no encendí la luz para no aullentar ese feeling romántico y desgarrador que invadía el cuarto, pero no podría asegurarlo. Mas tarde pensé que sería estimulante tirar un colchón y hacer el amor junto a la ventana, viendo los edificios iluminados que se prenden y se apagan al azar (en un espectáculo multicromático-nocturno-habitacional-polimórficamente lento). Craso error. Mientras miraba, mientras disfrutaba del paisaje, con el rabillo del ojo atisbé la imagen inestable de un televisor en un apartamento del edificio de enfrente. Por curiosidad, traté de descifrar lo que veían. Mi visión no es de mis mejores atributos por lo que tuve que abrir la ventana y asomar, casi la mitad de mi cuerpo estaba a la interperie e intentaba descubrir qué sintonizaban. Imposible. Con un movimiento suave acomodé mis gafas, entrecerré los ojos y observé atento. El viento me acariciaba provocador, el tráfico nocturno lograba mezclar lo demás. Una mujer, un hombre y sexo se proyectaban en la pantalla. Por un momento me sorprendí y sentí un vacío expansivo en el estómago (efecto inevitable de la inmoralidad). Mi primer impulso fue cerrar la ventana y voltear a otro lado, fingir, leer en français; pero curioso (y si quieren perverso) como soy, era imperdonable perdérmelo. Hice el libro a un lado y, titubeante, volví al balcón. Asomé de nuevo, aparante distracción, y lo bueno en todo esto es que la imagen seguía ahí. Era como mirar por un agujerito a la chica que se viste en el siguiente cuarto, el placer culposo y complejo del morbo, eso que no puedes evitar, eso magnético y tus ojos metal, la mano invisible y hercúlea que te toma por el mentón, te lastima, te desgarra la piel y el dolor resulta delicioso porque sabes que tendrá recompensa. Había que contemplar la escena completa, goce encantador que no duró mucho. Paulatinamente, el ritmo tedioso de la pareja me hizo perder el interés (efecto ineludible de la pornografía) y con impaciencia resolví enfocarme en otros detalles del cuadro: la cortina transparente en ese color que las mujeres suelen llamar "crema" (yo insisto en que eso es comida), el sofá rojo, una taza humeante en la mesita de centro que debía ser té o café, los discos apilados junto a la lámpara, la alfombra de evidente hediondez. De golpe, algo se movió en el sillón por lo que tuve que aplicar de nuevo mi técnica analítica. Pude ver una cabecilla cubierta de pelo castaño y el cuello de una camisa naranja cuyo dueño se encontraba apostado en el sillón. Se tocaba, pude saberlo por el brincoteo vibrador que los hombres conocemos. Sentí de nuevo un abismo en el estómago y una necesidad imperante de correr o encogerme o mirar con más atención. Venció eso inombrable de nuevo, una energía desconocida que quizás se llame indiscreción, la necesidad de presenciar un desenlace (aunque para la película y el estímulo forzosamente era el mismo). Me divertía en un sentido travieso y desafiante observar al individuo mientras él estaba seguro de su secreto. Yo transgresor rompiendo su espacio, un privilegio que se me otorgaba, la concesión de dominar, el poder a mi entera disposición como puntas de aguja en la polilla y lo bien que se sentía tener la capacidad de trastocar un entorno tan cerrado, lo que es de uno volverlo de dos y sólo entonces... mi mirada espectante.
Sorpresivamente el hombre (entonces comprobé que era hombre) se levantó y pude ver a un chico de 16 o 17 años, las facciones borradas por la distancia, boxers azules hasta las rodillas al igual que el pantalón y piernas delgadas. Caminó a la cocina (ventana contigua) y contestó el teléfono. Uno, dos, tres minutos y volvió a sentarse de espaldas a mí. Se tornó entretenido imaginar la situación completa porque muy probablemente los padres salieron a cenar con los Cohen al Mostaza (unos medallones de res gloriosos) o quizás fueron al esperadísimo concierto en el Teatro Nacional. El Casco Viejo está a quince minutos, así que por lo menos tiene media hora para sacar el video de su escondite, correrlo y correrse: temor, sigilo y cautela. Mira con tedioso interés porque ya se sabe las posiciones de memoria y mientras piensa que ya es hora de conseguir otro video ("le voy a decir a Moché") sustituye a los actores con él y una pareja asombrosamente versátil (Margoth, Karina, la prima Andrea...).
El brincoteo se detiene sin aviso y aparece Astroboy en la pantalla. Los padres hacen su entrada triunfal. Jodida interrupción. Este tío es un puñetero cliché.
A partir de ese evento me volví totalmente autómata, dedicado a explorar las artes del espionaje. Me sentía como el personaje de "La Ventana Indiscreta" de Hitchcock en versión caribeña. A partir de las 10 de la noche tomaba mi silla y me sentaba para mirar por la ventana, me encanta que la gente comparta conmigo. Empecé a reconocer caras, cuerpos e itinerarios; lo exótico se mezcló con lo común, lo extravagante y lo habitual de la mano, acariciándome hasta la nausea como el olor a cilantro que se te escurre por la garganta. Tiempo pesado parecido a camellos u hormigas, eso que nos oprime o conforma o completa, pero que no... sí, ya sabemos que no.
El jueves el matrimonio del siete en el Brisa Panamá tuvo una riña. Ella agitaba las manos en el aire y después se tapaba los oídos con las palmas de las manos mientras zapateaba el piso. Él se tocaba el pecho y luego apuntaba en varias direcciones. Gritaban. En el contraste nocturno de la ventana, pude ver cómo se acercaban más en el ritual que sospeché a dónde llegaría. Con la cara descompuesta de ira, la mujer echó el cuerpo hacia adelante como para decir algo y él contestó con una bofetada de proporciones meteóricas, lo que la hizo estrellarse con la barra de la cocina. Lloraba al ritmo de espasmos en el vientre y de no ser por que vi sus lágrimas, podría haber pensado que se estaba riendo. El hombre desapareció del cuadro y ella se estuvo un rato sentada en el piso, el pelo rubio corrido que le cubría la cara, de cuando en cuando se tocaba suavecito la mejilla y temblaba de nuevo. Estuvo así quince minutos, pero antes de los cinco yo ya miraba a la dama del 3 en Miraflores que daba cena a sus hijos. El nene más pequeño tiró la leche y comenzó a llorar.
El sábado, el solitario del 8 en Marbella tuvo visita. Otro hombre de entre 25 y 30 (traje gris, corbata roja) entró como a las 11 (y parece que la luna los altera). Llevaba una bolsa en la mano con algo que resultó ser comida china y mientras la dejaba en la mesa, se besaron. Cuando hubieron terminado, prepararon la mesa entre los dos y se sentaron a comer. A veces uno ponía un bocado en la boca del otro en un afán romántico-grotesco, como de viuda negra. Cuando terminaron, el solitario recogio los platos y esperaba sugestivo a que la visita tomara la iniciativa, se adivinaba en los movimientos. El primero se inclinó geométricamente para tomar el vaso del segundo y éste lo tomo por el cuello. Se besaron largo rato en una posición que encontré decididamente incomoda y acto seguido, apagaron la luz.
Era lo peor cuando alguno de los observados mostraba pudor y apagaba los focos. Quedaba en mí la sensación opresiva de querer ver el final del capítulo. Seguías toda la emisión fielmente, cuando de repente un hijo de puta prevenido se decidía por la oscuridad y cortaba de tajo la historia, quedándose uno enganchado sin la conclusión, teatro envuelto en colchones mullidos de tinieblas y sonidos de ciudad a las tres de la madrugada. Entonces sólo me quedaba un espejo y mi gemelo del otro lado de la calle, desconcertado y molesto como yo, el coro de una sola voz sucia, la intromisión que se anidaba dentro como un ladrillo o tulipanes densos y grises sobre los pulmones, una insatisfacción tectónica. ¿Cómo saber si consumaron su amor (¿dije amor?) o el invitado recibió una llamada de su esposa o el anfitrión se quedó dormido o millones de mapaches invadieron el departamento, atraídos por el olor a sudor y dulces de menta o...? No parecían darse cuenta que los detalles son los que hacen la historia. Sí, lo peor era que apagaran la luz, las cortinas gruesas, los cuartos del fondo...
En diez días observé infinidad de reacciones, secretos y rutinas. En 10 noches descifré modus vivendi, traumas, filias, fobias. La del 13 en el Mejestic se saca los mocos y los unta detrás del refrigerador, a los niños del 15 no les gusta el tomate, el del 8 en Condesa practica el violín (y no es muy bueno), al del onceavo en Tuscany le gusta espiar por la ventana...
El núcleo mas preci(o)so de la naturaleza humana, esa dialéctica asfixiante en peceras de aire y sus gotas enormes desbordantes de vida. Mi propio y terrenal reality show, la naturaleza desgarradora y mordaz. Ilimitada fuente de luna, abstracción desmedida.
 

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May day, may day...! Wooshhh Para todo tipo de amenazas de muerte...


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