Fruit of the loom
Ya analizando todo en retrospectiva, estoy casi seguro de que ese fue el peor de los regalos que me dieron alguna vez. Hay varios factores que influyeron para que tomara esa decisión, toda una circunstancia propiciatoria que vuelve superiormente jodido a este regalo sobre todos los otros malos regalos que he recibido.
Uno de esos factores ciertamente es el hecho de que no tenía ni la más remota idea. Cuando uno va a recibir un regalo no espera nada específico, cualquier objeto puede salir de la caja brillante que te plantan enfrente: una peluca rosa, un gallo con boina, terriers de papel maché. En este caso no cabía esperar una sorpresa, porque Martín me lo había prometido, estaba casi escrito con sangre. Recuerdo el momento especifico en que discutíamos sobre si Shiru o Yoga eran mejores y que Shon era joto (conclusión incontrovertible de niños de cuarto de primaria). Entonces, después de la acalorada discusión, Martín me dijo que él tenía tres caballero del Zodiaco y yo le dije que aun no tenía ninguno. Me miró algo extrañado y minimizando la situación se inclinó hacia mí y solemnemente me dijo "cuando cumplas años te voy a regalar uno". Lo recuerdo bien, Martín, nunca se me va a olvidar.
A mí jamás me han gustado mis cumpleaños. No me gustan porque me siento más viejo y más solo. No me gustan porque tengo la sospecha de que nadie va a venir a mi fiesta. No me gustan porque siempre me he sentido mas bien eclipsado. Esta vez no fue la excepción, de manera que con fiesta y todo, el día se iba a la mierda, vencido en mi propio terreno. Ese era mi día y mi momento, pero no podía hacer mucho, no podía rechazarlo si así lo hubiera querido. Esa impotencia fue un segundo factor de regalo mierda.
Lo tercero y más jodido de todo fue la frase, esa frase que no voy a olvidar jamás. Como si fuera una especie de pícaro o chico pillín o esa necesidad de los padres de verse "cool" o sentirse "cool" o joder "cool". Martín se pasó de largo, supongo que no se animaba a verme porque sabía lo que pasaría, pero el cabrón iba comer mi comida en mi fiesta, en mi día, en mi momento que yo no quería. Su papá me entregó la bolsita. La recuerdo tan nítidamente que me asusta pensar que haya quedado marcado de por vida por tan estúpida razón. La ropa interior no es una causa justificatoria, eso lo sé. Y la bolsita de nuevo que me viene a la mente, con cada detalle, cada estrellita desparramada por el papel blanco, los globos de colores que flotaban cuidadosamente, y todo brillaba mucho aunque ya me parecía volumétricamente sospechoso. El papá de Martín no tomaba la bolsa por las asas, mas bien la apretaba por arriba cuando me la dio. Sonreía un poco, se agachó y en secreto, como su sucio hijo lo había hecho antes, me dijo "no se los enseñes a las muchachas". Eso no se hace, no se acaba con la ilusión de un niño así sin más.
Me cambiaron un caballero del zodiaco por unos calzones y esperaban que estuviera feliz, que disfrutara, que comiera hamburguesa como todos, como el estúpido de Martín que estaba ahí sentado y luego le dijo a mi mamá que le diera unas fichas para ir a las maquinitas y yo quería arrancarle el maldito pelo wero ese que tenía y que no comiera de mi comida y que se fuera de mi cumpleaños con sus estúpidos calzones Fruit of the Loom de mierda. Estúpido, estúpido Martín.
Como te detesto y ahora que pasas por la casa te ves mas looser que yo y me da gusto y risa y me acuerdo de esos calzones y recuerdo que se les jodió el elástico a la tercera puesta y disfrutaste humillándome, pero ya no puedes hacerlo más porque ahora tu eres el perdedor y todo cambia. ¿Ves que linda es la vida, Martín?