During the night, I dive into itAndo en una búsqueda desesperada. Ahora que no estudio, las críticas arrecian. Cada vez está más claro que soy un vago, un vividor, un truan o por lo menos mis papás comienzan a perder el pudor de decirlo. A la menor provocación me miran con desdén, el más mínimo comentario detonará situaciones. Hay que evitar todo, hacer la finta, rodear silencioso el tema, como si se tratara de un agujero profundo y pestilente.
Con el fin de evitar toda circunstancia molesta, hoy empecé a buscar trabajo con mas ahínco, con vehemencia renovada y así, por lo menos hacer evidente el hecho de que no estoy totalmente en la pendeja y que realmente busco hacer mi entrada triunfal en ese mundo misterioso (inóspito dicen otros) que es el ambiente laboral.
La búsqueda me llevó a los almacenes de distribución de VH que están por allá por el aeropuerto, donde entregué mi solicitud ante el desagrado del gerente y me fui a mi casa con las manos vacías. En esas vueltas andaba, adivinando direcciones, cuando pasé por donde vives ahora. Recordé muchas pasajes anteriores de mi vida y decidí detenerme un rato a visitarte, como prometí antes y no cumplí. Di dos vueltas, caí en la trampa, estacioné el auto y guardándome las llaves en el bolsillo, me dirigí a tu encuentro. Lo primero que hice fue mirar con detenimiento y como ubicar por dónde estabas la última vez que te vi. No fue fácil, debes saber, sobre todo porque había más lápidas de las que recuerdo y la zona circunscrita que "me sonaba" resultó ser mas extensa de lo que me pareció aquel remoto 4 de mayo. Total que tardé mucho buscándote, unos 45 minutos creo yo. Es curioso porque no te has movido desde aquella vez. No te hallaba, y eso que ya hace casi un año que estás muerta. Justo cuando me iba a dar por vencido, después de haber recorrido infinidad de Manueles, Marías y Josés (e incluso un Policarpo); apareció tu cruz negra y tu nombre en letras blancas: Sundaindé. Siempre me había preguntado cómo se escribía Sundaindé.
A mí no me tocó verte en esta nueva presentación. Cuando nos encontramos aquella tarde, todos te visitaban y yo lloraba tanto que no veía bien. Te despedías, además. Ahora tienes tu cruz, estás cubierta de petunias (y un arbolillo de flores blancas que no identifiqué), te dejaron miel, te pusieron un ángel, el pasto estaba un poco crecido ya.
Recordé antiguos episodios. Amabas el futbol y te quejabas de tu maestro, de su forma de dirigir al equipo, me acordé por la vaquita con el balón. Recuerdo que tu papá decía alguna cosa, algún consejos que, si mi memoria no me falla, te hacían sentir mejor o por lo menos lograba que te callaras. Estaba esa flor de tela que te regaló tu hermano y que me gustaba, pero nunca me quiso dar. Me acordé de nuestro viaje relámpago a Guadalajara y cómo todos ansiabamos quedarnos. Tú te quedaste, preciosa. Yo no me llenaba de caminar, de conocer el Hospicio Cabañas con una exposición que más no recuerdo, de conocer el Teatro Degollado que me resultaba un completo misterio, todo el corredor del centro, la catedral, la prepa donde ibamos a hacer nuestro examen. Nos sorprendió que no llevaban uniformes y todo estaba tan poco claro. Era mas bien una promesa, algo que se antojaba lejano pero delicioso. Todo lo percibíamos exótico, tan otra cosa con sol de verano y cantera brillante. No me saciaba de caminar y tú cansada.
Me acordé de que te peleabas con tu hermano y se prendían en fieras batallas, le dejabas arañazos en las manos y en la cara. No claudicabas. Eramos desconocidos recíprocos y amables. Aun así, te lloré como no te podés imaginar. Te lloré todo lo que tu hermano se aguantó, todo lo que él no te lloró, no por falta de amor, por exceso... por cuidado, por respeto; qué sé yo.
Ahora me da un poco de risa, claro. Te visito, te dejo flores, te platico de como esta él, te leo un pasaje de "Los Idiotas"; pero con todo y eso, no puedo evitar que me dé una tristeza enorme, una tristeza densa y pesada, gélida. Tú estás muerta y yo que sigo jodiendo.
