From a mouth
"Who would have known that a boy like him
Would have entered me lightly restoring my blisses
Who would have known that a boy like him
After sharing my core would stay going nowhere..."
A medida que avanzaba el día, también avanzó mi tristeza. Llegó el ocaso, un perseguidor implacable, y yo tenia esa masa espesa sobre mí. No solo sobre mí, sino también todo alrededor, me presionaba por debajo, me asfixiaba desde dentro. El único pensamiento en mi mente era la huída, ¿y cómo? Realmente no había una respuesta concreta, las montañas y aire, un aroma penetrante a cerdo. La escapatoria se hizo lenta, totalmente viscosa.
El culpable estaba un poco arriba, extendiendo sus tentáculos rosas y púrpuras. Me abrazaba, me arañaba la espalda con un sonido hueco e insoportable. Las piernas se me hicieron pesadas aunque no las necesitaba, pero sí las necesitaba. En cualquier otro momento hubiera sido tan hermoso, todo tierra, todo cielo perfecto. Claro que ese no era cualquier otro momento, era hoguera que se extendía implacable.
El culpable estaba un poco en el horizonte y se derramaba sobre las montañas en una alfombra azul impenetrable. Impenetrable mi mente. Peer preasure se repetía una y otra vez como lágrimas, como otra cosa abrumadora cuando a mi nomás me quedaba seguir derecho por el camino negro y brillante, huyendo de la luna que amenazaba, de todo, de él que venía conmigo. El paisaje perdió contundencia. La palabra lontananza se transformó, adquirió un olor (o sentido) más pantanoso. Ya no era montañas púrpuras interminables, ni vegetación; tampoco explosión atómica o cielo liso, ni sombras ni estúpidas nubes. Todo quedó en un significado venenoso, un químico mortal que se exhalaba, que se desordenaba en la lejanía azul, cada vez más azul, cada segundo más azul. La noche expiró en metros negros y miel luminosa.
Un poco ya sabía como iba a ser ese momento. Lo había imaginado muchas veces antes en infinita repetición, desde varios ángulos y diferentes velocidades. Todo estaba ahí, cuidadosamente estudiado: la gente, las maletas, la ansiedad, un poco la tristeza de verlo partir. Siempre me pasa.
Estacionaría el auto donde ya estoy acostumbrado a hacerlo. Veinticuatro pasos y ya lo siento pegajoso en los hombros, en todo el cuerpo. Me detiene, me paraliza con el cabello al aire y aroma a angustia. La plática casual y la mirada embotada hasta llegar a la primera entrada. El corazón se pone lento, se torna rígido de golpe con el cubrir de la sombra. Ahora su maleta me lastima en cada avance, se hace pesada y yo quiero escapar en reversa, vivirlo todo en reversa, por favor. No, Bimbo, no veo los picos. También me parece una solución drástica. Ah, míralos, están por allá. Cortázar dice que con el aire de los que esperan, pero mi aire era diferente, mi aire de espera era como de sollozo. Nunca un término tan indefinido de su mano, y sin embargo, hoy estaba totalmente desfasado en esa acepción. Divergir en esperar, quizás porque ya no esperaba más.
Un detalle que no pude preveer fue el gendarme que no nos dejó pasar, un bache imbécil con bigote y uniforme, un obstáculo que apenas sabe leer y el sentimiento le es ajeno. Aguardó y aguardamos hasta que casi fue hora, entonces lo hice entrar en razón. Solo yo pasé.
Lo demás está un poco nebuloso. Creo que nos quedamos un rato hablando, yo recargado con una mano en un pilar del andén (¿o su hombro?) y las piernas cruzadas, él con esa forma de pararse tan suya. Deseos reiterados como de disco dañado, preguntas sobre la estancia, comentarios breves, un silencio que me dolía en la nuca, dos abrazos largos que por fin sentí y que no debieron terminar. Un "
encore" y volvió renovado. El último abrazo y su espalda alejándose. Si hemos de ser honestos, hubiera querido correr detrás del camión por toda la calle, por la autopista. En vez de eso, me quede parado ahí, con la sonrisa que me quemaba en el rostro y la mano recargada en el pilar, las piernas cruzadas.
Un poco fue su culpa también.
"...to a boy
to a boy
to a boy"
